La habitación de Hoguera era mucho más amplia de lo que Ceniza
había esperado.
A diferencia del ala nocturna, esta si
tenía ventanas.
Aunque aquello se trataba más bien de un
enorme tragaluz circular, ubicado en el techo, que dejaba ver el cielo desde la
ancha cama de Hoguera, la cual dormía a su lado con los labios reposando sobre
su cuello, haciéndole ligeras cosquillas con cada aliento.
Había pasado todo demasiado rápido y
Ceniza tenia los engranajes de su cabeza destrozados por la constante
revolución a la que habían sido sometidos.
La asfixia, la pelea, el Limbo, la falta
de sueño...K.
El cielo nocturno era como un baño caliente,
que desprendía el óxido de aquella maquinaria.
"Te propusiste hacer un mundo nocturno
y te dejaste las estrellas, Morgan. Quizás esto superaba el presupuesto
¿no?" Pensaba calmado.
La respiración de Hoguera empezó a
aumentar drásticamente y Ceniza giró la cabeza, intrigado. Ella no tardó en
abrir los ojos con un respingo. Su respiración bajó de nuevo y miró a Ceniza
con los ojos entornados, sin decir una palabra.
-¿Tan difícil soy de reconocer?-Murmuró
Ceniza
-Estaba asegurándome de que me había
despertado de una vez. Y de que le gané el pulso a mi hermana. Si por fin he
conseguido despertarme, todo apunta a que lo hice-No levantó la cabeza de la almohada,
mientras abría del todo los ojos-Al menos el hecho de que duermas conmigo y no
con ella.
Ceniza volvió a girar la mirada al tragaluz,
incómodo.
Su tiempo de reacción al ataque de K no
había sido el mejor, desde luego. Pero la situación ya había sido lo bastante
difícil como para poner un contador.
-Aún no me creo que seáis hermanas. Y
dicen que tampoco es que os profeséis un amor fraternal excesivo.
-Ella tiene sus razones y yo tengo las
mías.
Ceniza le dirigió una mirada interrogativa.
Ella se tumbó boca arriba y desvió la mirada al tragaluz, con sus labios
formando una línea recta.
-No tienes derecho a preguntar esto. No
tienes por qué saberlo-Podía notar su tensión en cada centímetro de piel que
rozaba su cuerpo. Podía sentir como se iba prendiendo ante aquella nimia
intrusión-Joder, aún ni siquiera se...
-Michael. Michael Clive-Ceniza cerró los
ojos con un suspiro resignado.
Hoguera giró la cabeza bruscamente,
mirándolo con una expresión totalmente distinta en la cara.
-Michael Clive-Repitió Ceniza-Ya ni
siquiera suena como si hablara de mí. Es ridículo. Ni siquiera se tu nombre ¿no es lo que ibas a decir? No es la primera vez que lo mencionas.
Pensé que igual debía ser importante para ti
13 de Noviembre de 1993.Probablemente más
joven de lo que tú esperabas.Hijo de Nara y de Jack, daneses.-Ceniza no
apartaba la vista del tragaluz mientras continuaba hablando. Como si recitara
una hoja impresa que hubiera memorizado-Huérfano a los 6.Un accidente de coche.
Crédulo, inquieto y curioso. Con una infancia relativamente feliz y una
escapada del orfanato a los 16.Tuve que volver a los dos meses hasta que
conseguí dejarme barba y falsificar un carnet para aparentar ser mayor de lo
que era a los 17 para conseguir algunos trabajos de poca monta antes de tiempo.
Mis amigos, el entorno...comenzó a
hastiarme.
Me fui de allí pensando que afuera las
cosas funcionaban de otra forma, y conocí gente nueva. No todos buenos. Pero
hubo gente importante. Negro, Vendetta, Ruidos...Desde que dejé el orfanato
nadie usaba sus nombres. Nunca nadie preguntaba como comíamos. Como dormíamos
en casas.
Por qué medios.
No era lícito. Pero la comida se compartía.
Los pisos, a menudo, cuando escaseaba el dinero, también.
Me llamaron Chispa. Me encantaba jugar con
el fuego y bromear constantemente. Era un apodo fácil, pequeño y revoltoso.
Tuvimos que crecer más rápido que el resto
pero yo siempre fui un crío.
Ruidos me enseñó la música, Vendetta, a
como reírme de como todo podía salirlos mal solo por ser nosotros.
Negro...Negro me enseñó.
Hasta que llegó tú hermana.
No se llamaba K por aquel entonces. Se
presentó como Izela y yo pensé que sería algún tipo de nombre eslavo.
En aquella temporada yo tenía alquilado
algo para mí solo, dado que mi trabajo me lo permitía
Ella estaba dando vueltas en círculos en
torno a una plaza, con los ojos rojos e hinchados y a mí no se me ocurrió otra
cosa que invitarla a casa tan pronto me confesó que no tenía donde dormir.
Lloraba. Bastante.
Todas las noches. Yo dormía en el suelo y fue
así durante un mes hasta que decidí abrazarla una noche, a las 3 de la mañana.
Pensé que dejaría de llorar pero solo conseguí que lo hiciera más fuerte.
Durante el día, pasaba tiempo conmigo.
Me seguía a todas partes aunque a veces
desaparecía por semanas y yo no volvía a saber de ella.
Cuando volvía, invariablemente lloraba.
Todas las noches Yo la abrazaba y lloraba más. Y por el día, de nuevo lo mismo.
Tras uno de esos lapsos de tiempo, ella
volvió a verme.
Yo ya estaba acostumbrado a aquella inconstancia,
pero aquella fue la primera noche que no lloró.
En su lugar, en vez de acurrucarse en mi cuello,
lo mordió. Casi con miedo.
Yo nunca había hecho aquello. Nunca. Por como
actuaba, ella seguramente tampoco. Fue torpe e ineficaz, pero me sentí
conectado a alguien por primera vez en mi vida.
Aquello fue el comienzo de un amor...O co-dependencia,
o analgésico, como quisieras llamarlo, que duró hasta que mi desidia por el
mundo empezó a separarme de Ruidos, a quien se llevó la droga. De Vendetta, que
emigró a un país mejor.
De Negro...que se parecía demasiado a mi
como para poder convivir con alguien como yo.
Todo se derrumbaba mientras ella aún
seguía allí.
En vez de derrumbarme del todo y aprender
a volver a empezar, mi mundo fijó su centro en ella.
Yo no sabía que pasaba cuando ella salía
de casa y nunca pregunte.
Ella tuvo el detalle de hacer lo propio,
pero cada vez se daba más aquella escena de un Chispa sentado frente a la
puerta principal, esperando a que ella volviera. Al fin y al cabo, era la única
persona a la que esperar.
Todo giró tanto que, a veces, yo era quien
lloraba y ella quien esperaba, abrazándome pacientemente.
Pero aquello le encantaba.
Yo estaba en la palma de su
mano y nunca vi razones para que fuera de otra forma. Y ella cada vez se veía más
en su derecho de emplearlo.
Supongo que un día la subordinación mató
todo lo que podía sentir por mí.
En una de sus escapadas, no volvió.
Nunca se lo reproché, pero la chispa que quedaba en mi vida se apagó,
dejando solo Ceniza.
Michael Clive no duró mucho en el mundo,
como tampoco lo hizo Chispa.
Pero si son nombres lo que querías...Ya
conoces todos los que he tenido.
Ceniza calló. En silencio, el aire dejó
sus pulmones despacio. Apenas se movió durante un cuarto de hora. Hoguera
respiraba, despacio también, como si pudiera romperlo después de todo aquello si
expulsaba el aire con demasiada violencia.
Pensó en todo lo que había pasado aquellos días,
en aquella camarera. En todas las chicas que pasaban por su apartamento. Todas
las acciones de Ceniza, despegadas de ella, enigmáticas, distantes, que
empezaban a formar un grito de libertad, de oposición a volver a ser el trofeo,
la posesión.
Recordó como lo había reclamado como suyo
la noche anterior. Como acababa de obligarlo a destapar su vida desde los cimientos.
Como estaba, de algún modo, intentando confinarlo.
Y como él, después de haber visto su vida
destrozada por algo como aquello, no había dicho una sola palabra. No se había resistido,
finalmente.
Como miraba al cielo, desde las sábanas de
su habitación.
-No quiero tener ningún derecho sobre ti.
-Yo tampoco quiero dártelo. Pero esta era
la última prueba de fe, supongo. Tienes mi nombre. Tienes mi historia. Y me he
vuelto a vender al mejor postor. Vuelvo a estar cogido por la yugular-Resopló
el, resignado, como un jugador de ajedrez empujando a su rey a la rendición.
-Definitivamente, eres estúpido.
Ceniza sonrió.
-¿Por dejarme coger por la hermana de la
mujer que echó todo por tierra la última vez?
Hoguera se colocó sobre él y lo miró a los
ojos, con la boca contraída en una mueca irónica y juguetona.
-¿Así que ahora eres mío, ah?
Tú, por quien me he pasado noches enteras
pensando en quién dormirá a tu lado y en como seguramente no me llega a la
suela de los zapatos.
Tú, por quien he llorado en una sala de
hospital con la ropa llena de sangre y dejando de lado a mis amigos
Tú, por quien he golpeado y
desafiado a mi propia hermana de sangre.
Tú. La única persona que me ha visto despertar
por las mañanas. La única persona que ha sido capaz de retenerme más de una noche.
Más de una semana. Más de lo que nunca consideré sano quedarse
Ceniza enmudeció de repente, abriendo los
ojos y borrando la sonrisa de su cara. La miró, con una nueva expresión en la cara.
Idéntica a la que había tenido Hoguera cuando el comenzó con su historia
-Nunca te has parado a pensar esto, pero
estoy tan jodida como tú maldito inútil-Dijo ella, casi con rabia, mientras
acercaba su cara a la de Ceniza-Soy Razia Dahvin. Kiev. 24 de Octubre de
1994.Seguramente más joven de lo que tú creías-Dijo ella, con un deje de burla
en la voz-Mi madre nos crio desde pequeñas y fue nuestra guía, nuestro
principal apoyo.
Mi padre nos quería. Con locura. Se le
notaba al hablar. Al abrazarnos. Al contestar cada vez que reclamábamos su
atención.
Pero nunca estuvo ahí todo lo que habrían
requerido dos crías pequeñas. Escribía, se tiraba largas horas en su estudio. Vagaba,
bajaba a los bares a discutir y dialogar con mil personas distintas. Murmuraba,
siempre en constante inquietud.
Mi madre fue un apoyo más estable. Al
menos lo fue hasta que le diagnosticaron un cáncer de mama. El último año que
pasó con nosotros fue como si alguien nos extrajera la fuerza con una jeringuilla.
La familia perdía su fuerza
Mi padre se encerraba cada vez más en su
estudio y cuando mamá murió, ni siquiera se dignaba a salir. Se limitaba a
dejar el estudio por las noches y meterse en la cama de matrimonio, que
habíamos comenzado a llenar nosotras dos en un intento por paliar la pérdida.
Los tres solíamos llorar. Supongo que
Izela cogió de ahí su costumbre. Ella se sentía inútil, como si de verdad
pudiera haber hecho algo por mamá. Supongo que por eso empezó a abandonar la
casa los fines de semana.
Los lunes, los martes. A veces los miércoles.
A veces solo volvía por las noches y papá
no se atrevía a preguntar. La dejaba entrar en la cama y dormir con nosotros.
Supongo que ahora sé a dónde iba cuando desaparecía de casa.
Sentía tanta desesperación, tanta culpa e impotencia,
que cuando apareciste allí, firme, seguro y a su total disposición, no supo
manejarte.
El hecho de que pudiera ejercer el control
sobre un parámetro de su vida debió ser más de lo que supo controlar y tú pagaste
por ello.
Yo me quedé con papá y nunca perdone a
Izela que se fuera, por su propia cuenta, dejándonos solos allí. Perdiendo a
una hermana, además de a una madre.
Supongo que fue más de lo que papá pudo soportar,
así que me dejó con mis tíos y emigró a Alemania, pidiéndome que buscara a mi
hermana y cuidara de ella.
Que la llevara con mis tíos
Que papá no iba a dejar que estuviéramos
solas nunca más. Sinceramente, yo no me fiaba de su palabra, pero la acción más
humana que se me ocurrió acometer en aquel momento fue permitir que intentara enmendarse,
aunque no hubiera tenido la culpa de nada.
Yo no duré ni dos meses en aquella casa.
Ellos nunca tuvieron un problema conmigo, ni yo con ellos, pero aquella casa
me...Hastiaba.
Y por primera vez, empecé a pensar en mí
en vez de en proteger a mi hermana y mi padre.
Salí de allí y me di al mundo. ¿Qué voy a contarte?
Nada que no sepas sobre la vida por tu cuenta.
Damian me encontró y durante unos años,
viví en el bar, en la trastienda, con aquel viejo amargado que había pasado a ser
otro miembro de mí ya muy dispersa familia.
Y te encontré, no mucho después. En el
fondo de una negra jarra, tirada en una mesa y aburrida de la vida, vino el
chico de la sonrisa arrogante y la labia torpe.
Y me dije, hey ¿Por qué no? Parece divertido.
Jamás pensé que eras tan serio. Ni que tu vida había llegado a estos puntos. Ni
mucho menos que ibas a cogerme de la yugular-Murmuró ella, bajando su boca
hasta su cuello.-Pero ambos estamos jodidos. Y...Por alguna razón, no parece
tan malo. Aunque seas inestable. Aunque estés medio roto.
Eres morfina en un mundo de puro dolor. Y
como cualquier adicción, esto no es sano. Pero creo que podríamos salir vivos
de esta
Ceniza la miró.
Vio un destello claro en su pelo,
arrancado por la luna que brillaba tras ella, en el redondo tragaluz. Su pelo
casi parecía rubio. Sus rasgos casi parecían...
"Nunca ha tenido nada que ver, Ceniza.
No podría tener el pelo más negro. No podría tener los labios más rojos. No
podría haber depuesto las armas de una forma más clara que de la que lo ha hecho.
Se ha vendido de la misma forma que lo has hecho tú y sabes que ella esperaría
ante la puerta igual que Chispa hacía en las tardes. Esta vez, sois iguales
Esta vez, los dos habéis caído en la misma
mierda. Y precisamente por eso, con ella estas seguro. ¿Quién sabe? Podríais
salir vivos. La chica tiene razón."
-Saldremos vivos-murmuró Ceniza, en su oído,
despacio.
El viento rugió afuera, como había hecho
tiempo atrás en su balcón. Cuando ella aún no lo conocía y aún a ciegas,
permaneció a su lado.
Una parte de su cabeza despertó despacio,
abriendo paso a una incógnita aún no resuelta.
-¿Que fue de tu padre, Hoguera?-Preguntó Ceniza,
sintiendo el lento pasear de los labios de Hoguera por su cuello.
-Mi padre volvió de Alemania habiendo
empleado todo su ingenio y esfuerzo en prosperar. Algo que el siempre había
aborrecido desde el fondo de su alma.-Dijo ella, sin dejar de deslizar su boca
por el cuello de Ceniza, casi con desinterés-Cuando regresó, trajo dinero
suficiente como para edificar un enorme edificio, excéntrico y estrafalario
como pocos.
Devolvió a casa a sus dos hijas en
discordia y les dio una nueva familia, hecha de los fragmentos que una vida
irónica y sin sentido había ido recortando de familias e historias desgastadas.
Personas como ellas dos
Todos esos bichos raros, rotos y perdidos
se reunieron bajo un mismo techo, compartiendo su desgracia y su experiencia,
su odio por un mundo estúpido y ridículo-Su boca ascendió despacio hasta
alcanzar el lóbulo de su oreja y juguetear con el-Sabios como pocos, heridos
como ninguno.
Así que su mundo se separó de aquel que
odiaban y crearon una nueva realidad.
Lo llamaron Limbo-Susurró en su oído
Hoguera, con un matiz juguetón-Soy Razia Dahvin, hija de Morgan.
Princesa del Limbo
Y diciendo esto, se abalanzó sobre él.
Jodidos pero acompañados. Pero lo mismo no es, por conformarse..
ResponderEliminarEn cada entrada de blog Morgan es mas viejo xD
ResponderEliminar¡La hija de Morgan! Buah, me ha encantado la historia de estos dos *-*
ResponderEliminarPeeero de toda la entrada, sin duda alguna, me quedo con esto:
"Pero ambos estamos jodidos. Y...Por alguna razón, no parece tan malo. Aunque seas inestable. Aunque estés medio roto.
Eres morfina en un mundo de puro dolor. Y como cualquier adicción, esto no es sano. Pero creo que podríamos salir vivos de esta"